La fusión de las habilidades digitales con las biológicas está impulsando métodos de producción más rápidos, baratos y con mejor rendimiento a la hora de proporcionar productos y servicios de valor añadido al mercado. Muchos jugadores están tratando de obtener la ventaja de ser los primeros en ese proceso. Los científicos han sugerido una regla empírica muy simple: todas las tareas que involucran solo un segundo de pensamiento pueden ser reemplazadas por análisis predictivos realizados por máquinas.
La consultora McKinsey cita a la neurociencia como de los cuatro vectores fundamentales de la Bio-Revolución en la que estamos inmersos, especialmente por sus hallazgos para diseñar una interfaz entre la biología y las máquinas, desde neuroprótesis hasta biocomputadoras. También atribuye ese protagonismo al auge de la computación neuromórfica por la que apuestan compañías como Intel, y que se extiende a ámbitos tan dispares como el gaming, las finanzas y las denominadas tecnologías de la intención, que están dando el salto desde el marketing, su ámbito natural, a otros espacios donde su presencia es más controvertida.
Las grandes corporaciones que manejan fuentes crecientes de datos biológicos se han acostumbrado ya a trabajar en un modelo de plataformas para integrarlos con la automatización y el aprendizaje automático y acelerar, de ese modo, el ritmo y la variedad de descubrimientos científicos. Eso explica que Facebook pagara cerca de 1.000 millones de dólares por adquirir CTRL-labs, una empresa tecnológica que traduce las señales neuronales de los músculos en entradas en el software.
Los interfaces cerebro-máquina (IMC) no son completamente nuevos. Tienen una larga trayectoria en aplicaciones clínicas, como implantes cocleares para personas con discapacidad auditiva o extremidades neuroprotésicas para personas con parálisis. Pero ahora, el progreso en la neurociencia, la nanotecnología y la inteligencia artificial abre nuevas oportunidades no clínicas, permitiendo que incluso las personas sanas aumenten sus facultades cognitivas.
Hoy en día existen interfaces cerebro máquina que permiten a los usuarios controlar dispositivos externos, pero resulta un desafío desarrollar una nueva generación de dispositivos que permita acceder a la información digital y absorberla directamente en el cerebro. Esos dispositivos bidireccionales están ya en el horizonte y prometen beneficios de productividad, creatividad y eficiencia, eso sí, una vez que se establezca la legislación sobre seguridad, accesibilidad y gobernanza de los datos
La nueva generación de interfaces de biomáquinas se basa en una estrecha interacción entre humanos y ordenadores. Incluyen neuroprótesis que restauran las funciones sensoriales perdidas (visión biónica) o permiten que las señales del cerebro controlen el movimiento físico. Se están investigando biocomputadoras que utilizan la biología para imitar el silicio, incluido el uso de ADN para almacenar datos. El ADN es aproximadamente un millón de veces más denso que el almacenamiento en disco duro; técnicamente, un kilogramo de ADN sin procesar podría almacenar la totalidad de los datos del mundo.
En Europa en general, y en España en particular, la inversión en neurociencia se ha dedicado fundamentalmente a profundizar en el conocimiento del cerebro en busca de soluciones en materia de salud. Motivos no faltan: cerca del 60% de la población europea padece una enfermedad neurológica, según el European Brain Council (ECB), y el número aumentará de manera constante a medida que la población envejezca.
Además, se estima que una de cada seis personas en los países de la UE (17,3%) tenía un problema de salud mental y se prevé que los trastornos depresivos se conviertan en la principal causa de carga de salud en 2030. Los trastornos cerebrales también son frecuentes en los niños: se estima que 15 millones de menores en Europa se vieron afectados por la epilepsia, la discapacidad intelectual o un trastorno sensorial. De ahí que en su propuesta de roadmap para los dirigentes públicos europeos el EBC pida un Plan Europeo del Cerebro que se apoye en una mayor compartición de datos de los distintos países, aprovechando el European Health Data Space (EHDS).
Hasta finales de 2019, la Comisión Europea no articuló el proyecto EBRAINS, un mecanismo de transferencia de tecnología que venía a completar, aunque de forma tardía, los trabajos de la Plataforma Industrial Europea de Neurociencia (ENIP), creada a finales de los 90, y el Human Brain Project (HBP), puesto en marcha en 2013, convertido con sus más de 500 científicos de 131 instituciones europeas asociadas en uno de los proyectos más grandes jamás financiados por la UE.
Europa ha focalizado sus esfuerzos de comprensión del cerebro en la ciencia básica y en la investigación de excelencia, pero ha tardado en volcarse en sus aplicaciones para la economía y la sociedad. No es una cuestión puramente económica. El Final Report de la National Security Commission on Artificial Intelligence de Estados Unidos, presidida por el exCEO de Google Eric Schmidt, advierte del poder que puede adquirir la neurociencia aplicada a la inteligencia artificial, especialmente las redes neuronales y el aprendizaje profundo.
El informe entregado a la Administración norteamericana asegura que la carrera por la supremacía en este campo no se puede comparar siquiera a la carrera espacial, es algo mucho mayor, equiparable a lo que supuso el dominio de la electricidad. Cita en varias ocasiones, de hecho, a Thomas Edison: “Es el campo de todos los campos… contiene los secretos que reorganizarán la vida del mundo”.
Cuando el EBC, heredero de la ENIP, se dirigió a la Comisión Europea, para reclamar más atención al cerebro en el reparto de nuevos fondos, contó con la adhesión de las organizaciones nacionales de Croacia, Bélgica, Francia, Alemania, Grecia, Portugal, Serbia y España, que enviaron en sus respectivos idiomas cartas a los ministros correspondientes y a los principales eurodiputados de las áreas de Ciencia y Salud en Bruselas.
Por lo que se refiere al Human Brain Project, hasta 2023 su objetivo ha sido reducir el enfoque del proyecto para avanzar en tres áreas científicas centrales: las redes cerebrales, su papel en la conciencia y las redes neuronales. Se trata de aprovechar EBRAINS, dotado del atlas y la base de datos más completos sobre el cerebro humano, junto con potentes herramientas informáticas y de simulación, y ampliar el campo de influencia para entrar en as supercomputadoras, el análisis de Big Data, la simulación, los robots y la inteligencia artificial.
El informe de la National Security Commission on Artificial Intelligence de EEUU hace pensar, asimismo, que muchas de las futuras batallas geopolíticas se van a desarrollar en el interior del cerebro: en la medida en que las ondas cerebrales puedan representarse como un desafío de visión artificial para la IA, sus misterios van a poder desbloquearse y programarse.